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Artículos de prensa

 

"TRAS LAS PUERTAS PROHIBIDAS DEL TEMPLO CHINO DE SHAOLÍN"

Por Gonzalo Rojas D., periodista y estudiante de Choy Lee Fut.


- Delegación de chilenos tuvo acceso a privilegios que los habitantes del monasterio donde nacieron las artes marciales, hace mil 500 años, reservan celosamente para unos pocos iniciados.

- Los visitantes dieron a los monjes una inesperada sorpresa: practican un kung fu tradicional que en China está prohibido.

- Visitaron también la cueva donde el monje Bodidharma meditó durante nueve años antes de fundar el templo.




Se abrió la puerta. Al otro lado una treintena de monjes practicaban, con sus túnicas naranja, la versión del kung fu generalizada en China, más vistosa y menos fulminante que la conocida en algunos puntos de Occidente.

Detuvieron su acción y llevaron la vista hacia donde ingresaba el grupo de occidentales, de camisas y pantalones negros.

Uno a uno los visitantes fueron saludando a sus anfitriones

Una mujer china que venía con los extranjeros ejercía de intérprete.

Los forasteros fueron invitados a instalarse en unas graderías situadas a uno de los costados del patio, flanqueado por galerías y frondosos árboles.

Entrar aquí es todo un privilegio, al que muy pocos tienen acceso. Menos aún occidentales. Es uno de los sectores del templo Shaolín, ubicado en el pueblo del mismo nombre de China, considerado cuna de las artes marciales, reservado a los monjes que lo habitan.

La mayor parte de las demás dependencias están abiertas al público, que las recorre profusamente.

Pero entrar a este patio es otra cosa. La vinculación previa de este puñado de visitantes, pertenecientes a la Academia de Kung Fu Choy Lee Fut de Santiago de Chile, con los monjes, hizo posible la excepción.

La cita venía preparándose hace seis meses y era producto de los contactos desarrollados durante años por el director de la academia visitante, Raúl Toutin, y estrechados especialmente durante la visita a Santiago de una delegación de monjes del templo Shaolín en 1998.

Papel central en estos acercamientos había tenido la mujer china que acompañaba a los extranjeros, Hou Xiao Dong, profesora de artes marciales radicada en Chile, y una de las pocas representantes del sexo femenino que ha pertenecido al templo Shaolín, donde estuvo internada durante cinco años antes de emigrar a nuestro país. Siendo conocida entre sus discípulos chilenos simplemente como Mónica, nombre que ella adoptó para evitar todas las dificultades que le habría supuesto usar el original en un país de habla hispana.

Delante de las graderías los monjes instalaron tres sillas. En una invitaron a sentarse a Raúl Toutin; otra fue para el funcionario del Partido Comunista bajo cuya jurisdicción se encuentra el templo, y la tercera para el jefe de los monjes.

Mónica se instaló de pie a un costado. Anunció la exhibición que realizarían los monjes para sus invitados.

La demostración fue contundente. Con la misma maestría que había asombrado en Santiago. Con saltos en que el combatiente parece quedar suspendido en el aire o pruebas en que resiste impertérrito que se le rompa un fierro o un bloque de cemento en la cabeza.

Los visitantes aplaudían cada una de las evoluciones.

Luego vino el turno de los forasteros. Dando paso a una situación aún más excepcional. Ya era inusual que se los dejara entrar a este patio, pero mucho más todavía que se les diera la posibilidad de hacer su propia exhibición.

De esto, los precedentes son mínimos. De hecho, nunca antes se había concedido a una delegación sudamericana.


PROHIBIDO EN SU CUNA

Los chilenos hicieron lo suyo. Expresiones de asombro se dibujaron en los rostros de los monjes, ubicados ahora en las graderías como espectadores. Premiaron también éstos con su aplauso el desempeño de los visitantes.

Concluida la muestra la evidente sorpresa de los monjes no terminaba. Los diálogos mediante la intérprete permitieron aclararlo.

Estaban absolutamente impactados por el tipo de kung fu que mostraron los extranjeros: se trata del llamado "kung fu tradicional" cuya práctica pública está prohibida en China desde la "revolución cultural"" que se desarrolló entre los años sesenta y setenta, y que en la actualidad sólo puede ser cultivado - privadamente- allí por los monjes del templo Shaolín.

- Se prohibió porque se lo consideró peligroso - fue la explicación que se dio a los chilenos-, un arma demasiado fuerte en manos de cualquiera.

En su reemplazo se promovió oficialmente la clase de kung fu que se practica masivamente en China en la actualidad, que se conoce como wu-shu, y que incluso este país espera convertir pronto en deporte olímpico.

Intrigados, los monjes se interesaron en saber cómo habían aprendido los chilenos el kung fu tradicional.

Raúl Toutin les explicó que lo había recibido de su maestro, Chen Yong Fa, chino, nacido en Cantón, pero residente en Australia, durante un periodo de entrenamiento al que había asistido allí.

Les mostró un cuaderno con anotaciones correspondientes a Chen Yong Fa. Algunas en inglés y otras en chino.

De ellas se desprendía que Chen Yong Fa es uno de los escasos "guardianes de estilo" de artes marciales que hay en el mundo. Cabeza de la quinta generación de descendencia del fundador de la escuela de kung fu Choy Lee Fut.

Su antepasado, iniciador de esta tradición, la había adquirido de uno de los seis monjes que lograron salvarse del incendio y destrucción del templo Shaolín, perpetrados por las fuerzas de la dinastía Ching, en 1734, por temor al poder de los habitantes del monasterio.

La revelación de estos antecedentes produjo un acercamiento aún mayor entre los monjes y sus visitantes chilenos, y terminaron comiendo juntos en un restaurante de comida china iqué curioso! - frente al templo.


CHILENOS EXÓTICOS

La idea comenzó a gestarse cuando la delegación de monjes del templo Shaolín visitó Chile en 1998. Entonces Raúl Toutin entró en contacto con ellos, y a principios de 1999 emprendió la organización del viaje.

Se iniciaron los trámites para conseguir las autorizaciones necesarias de parte de las autoridades chinas, así como los preparativos logísticos. Las gestiones con líneas aéreas, las reservas de hoteles y otros servicios semejantes.

El zarpe de Santiago fue el 3 de octubre de 1999. Llegaron a Beijing dos días más tarde, luego de 37 horas de viaje en avión, con escala en Buenos Aires y Frankfurt.

Eran las 8 de la mañana. La primera impresión que Raúl Toutin recuerda es la inmensa cantidad de gente circulando, desde el aeropuerto en adelante. Un bus los trasladó al hotel donde se hospedarían de paso por la capital china.

La profusión de bicicletas y la aparente ausencia de reglas del tránsito, con vehículos cruzando y adelantando caóticamente, también les llamó la atención.

Luego de refrescarse en el hotel partieron a la Ciudad Prohibida, antigua morada de los emperadores, y después conocieron La Gran Muralla.

Al día siguiente fueron a Xian, a visitar el ejército de diez mil soldados de terracota de tamaño natural, recientemente descubierto en un hallazgo arqueológico, y que según los antecedentes históricos que se ha podido recopilar , tenía por misión proteger al emperador "en la otra vida".

Luego, abordaron el tren que los trasladaría a Shaolín. Era de noche. El transporte estaba abarrotado de gente. Debían acomodarse en compartimentos con camarotes para seis personas cada uno.

Los baños no tenían taza, sólo un agujero y una barandilla al frente para afirmarse. Después de las doce horas que duró el viaje hasta Chon Chon, la ciudad más cercana al pueblo de Shaolín, es de imaginarse lo que era eso.

Llegaron de madrugada y los esperaba un bus para trasladarlos hasta su destino.

El camino serpenteaba subiendo por la montaña. A los lados se veían planos cultivados por campesinos vistiendo los tradicionales trajes "mao" de estilo militar, que en la ciudad prácticamente han desaparecido.

Sendos letreros anunciaban la proximidad del objetivo y revelaban el carácter turístico del templo, que cada año es visitado por unos dos millones de personas y se ha transformado en firme competencia de La Gran Muralla, tradicional atracción máxima de China.

A partir de cierto punto, en lugar de campesinos a los costados de la ruta empezó a aparecer gente practicando wu-shu. De todas las edades, pero especialmente niños, a los que sus padres dejan en las escuelas de artes marciales que hay en los alrededores del templo.

Son internados en los que se forman como profesores de esta práctica, y en los que pueden recibir visitas sólo una vez al año.

Finalmente entraron en Shaolín, un pequeño pueblo, comparable a Pomaire según las cuentas que sacaron los viajeros chilenos, cuya vida gira en tomo al templo.

A la distancia divisaron las pagodas y las murallas rojizas del monasterio. Al llegar a sus puertas bajaron del vehículo y se transformaron en la atracción del momento.

La multitud de turistas y aficionados a las artes marciales que rondaban - la mayoría chinos, japoneses, y unos pocos occidentales- se sorprendieron con la llegada de esta delegación de procedencia exótica.

Todos querían fotografiarse con ellos.

En el umbral del templo apareció un monje, que descendió unas escalinatas y se dirigió a los recién llegados. Mónica tradujo los saludos y los visitantes fueron invitados a entrar.

Recorrieron los patios, las pagodas, hasta que llegaron a la puerta que se abriría excepcionalmente para ellos.

LA CUEVA DE BODIDHARMA

Luego de las exhibiciones, los chilenos asistieron durante dos días a un seminario en que los monjes los entrenaron en las técnicas del wu-shu. Después recorrieron íntegramente el templo. Incluyendo otros sectores que - como el patio de las exhibiciones - permanecen cerrados al público.

Entre éstos, lugares que datan de la fundación del monasterio hace mil quinientos años. Como murales donde hay representaciones de las artes marciales originales, o antiguos patios de entrenamiento en que el suelo llegó a hundirse de tanto recibir el impacto de los practicantes.

También se internaron en la montaña que se levanta junto al templo y llegaron a un sitio de especial significación para los cultores de las artes marciales. La cueva en que el monje Bodidharma, llegado de la India, se recluyó durante nueve años a meditar, tras lo cual fundó el templo Shaolín e inició la enseñaza de las prácticas que en él se imparten.

Cuenta la leyenda que Bodidharma se había propuesto mantener los ojos abiertos y no conciliar el sueño durante su retiro. Pero que una vez se quedó dormido, y al despertar se cortó los párpados para que no pudiera volverle a ocurrir. Los párpados caídos se habrían convertido en hojas de té.

Después los chilenos tuvieron una nueva ocasión de lucirse, con una exhibición que hicieron en la más grande de las escuelas de wu-shu que hay en los alrededores del templo.

Cuando van pasando los días, y la visita al monasterio Shaolín comienza a transformarse en recuerdo, los miembros de la Academia de kung fu Choy Lee Fut de Santiago, valoran la experiencia.

Junto a toda la emoción que implicó para ellos el haber llegado a la fuente original de su práctica, Raúl Toutin dice que les dejó otras lecciones:

-Nos hizo agradecer la suerte de tener un buen maestro. Pudimos darnos cuenta la calidad de lo que él nos ha enseñado. Nos permitió quedar bien puestos en el lugar más difícil.

Pero no quedaron saturados. Es más, ya preparan un nuevo viaje. Con un agregado. Además de visitar el templo Shaolín, se proponen realizar un peregrinaje, a través de China, recorriendo los puntos por los que pasó el fundador de su escuela Choy Lee Fut, para finalmente establecer el estilo.

 

 

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